Presiento que tras la larga noche de los mercados, precedida y ensayada en el crepúsculo de la transición, del neoliberalismo de los ochenta y de Maastricht, vendrá la noche más larga. La pregunta es ¿podremos encender alguna luz?
Los poderes económicos se han quitado la máscara convencidos de su total impunidad; el espejismo de la democracia y del bienestar que nos mantenía en la inopia se ha roto. De eso tod@s somos conscientes. Y ahora, en vísperas de que surja un gobierno en España aún más esclavo del sistema que el anterior y con el camino allanado convenientemente por este, habrás más cosas que tengan que caer: nuestros miedos, nuestros prejuicios. Porque poco a poco se desvela la gran mentira que supuso la transición, que permitió que todo cambiara para que todo fuera lo mismo, que entronizó a los mismos tradicionales dueños de España como gobernantes democráticos, en la luz o en la sombra, los ambiciosos, serviles, o en el mejor de los caso inútiles, que han destrozado el país y luego han vendido los restos.
Poco tenemos que perder ya. Tal vez el inexistente amanecer marcará, o deberá marcar, la hora de l@s valientes.
Pues claro que podremos encender la luz… será una de esas bombillas que la luz va creciendo en intensidad, pero que cuando las prendes, tienes la sensación de que menuda mierda de luz… pero al rato… ¡¡¡más luminosas que nunca!!! y más «sanas»…
Eso sí, ahora habrá reconvertidos del PSOE del oportunismo responsable a la «verdadera izquierda»… vamos a tener que tragar sapos y culebras… ya lo verás…
Y a veces de los momentos más oscuros, nacen las mejores revoluciones… 😉
Me gustaMe gusta
Bueno, sapos y culebras ya los estamos tragando ahora! Realmente, espero que todos y todas sepamos estar a la altura, porque se avecinan tiempos difíciles. Y gracias por tus ánimos, Nynaeve, me hacían falta, que últimamente lo veo todo muy negro. Un abrazo, guapa.
Me gustaMe gusta
Citando en bastante manera a Platón, está claro que la gente no quiere luz. La gente quiere la oscuridad que le proporciona el refugio de la cueva. Creen que de esa manera su mísera fogata, sus harapos y sus trabajos en régimen de esclavitud se mantendrán a salvo de la primavera que transcurre a la salida de ese agujero infecto en el que prefieren revolcarse.
¡Si hasta las sombras que proyectan en las paredes de la cueva les asustan! ¿Qué podemos esperar? Si prefieren morir de tifus por falta de atención médica, si prefieren seguir viviendo en el analfabetismo, ¿qué podemos hacer?
Y todo para conservar su seguridad ante el terror que supone ser libres y felices.
Como decía mi querida bruja… ¡Viva el Mal, Viva el Capital!
Me gustaMe gusta